domingo, 13 de diciembre de 2009

3er. DOMINGO DE ADVIENTO



Nos encontramos en el tercer domingo de Adviento, el sentir de la Iglesia es que nos preparemos para la Natividad de Nuestro Señor; que dispongamos nuestras almas para imitar a Nuestro Señor Jesucristo; que la Navidad nos conduzca a realizar un recuento de nuestra vida para pedir a Dios perdón por nuestros pecados, y con la ayuda de la gracia ir destruyendo al viejo hombre que está demasiado enraizado e impide la santidad, nos impide volar hacia Dios, nos impide la virtud, y todo aquello que hay de bueno y de santo. Destruir en especial el orgullo, el amor propio, la vanidad.

El orgullo es el pecado más difícil de erradicar, porque es el más sutil, el más espiritual, los pecados de la carne son evidentes; el orgullo se esconde, se enmascara bajo la apariencia de religión, como fue el gran pecado de los fariseos, que en eso consiste el fariseísmo, y de allí provino la gran calamidad del rechazo a Nuestro Señor Jesucristo por parte del pueblo elegido.
Y de allí también puede provenir nuestra calamidad: rechazar a Nuestro Señor por el fariseísmo que todos llevamos, tal vez escondido bajo capa de religiosidad, y que lleva a muchos a no
creer, a rechazar la palabra de Dios; eso es en parte lo que escandaliza a todos aquellos que no pertenecen o que no están cerca de Dios y que podrían estarlo, pero por nuestro mal ejemplo no entran en la casa de Dios.


Amig@s
La Navidad debe ser un motivo de acercamiento a Dios para hacer el balance de nuestras vidas con el propósito de mejorar y santificarnos; ése y no otro es el verdadero significado de la Navidad.

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